POR EL AMOR DE UNA MUJER

viernes, 19 de junio de 2009

PATO PORTALES A LAS 23.53 APORTA SU CUENTO.....


PATO PORTALES...INEFABLE, BUEN ESCRITOR Y AMIGO..A LAS 23.53 ME ESCRIBE Y MANDA SU CUENTO, PARA REPRESENTAR A LOS PROSISTAS..VALE PATO..ACA ESTA SU...


Memorias en la primera lluvia

Nada, nada se compara a una larga inspiración a todo pulmón cuando hace poco rato que comienza a llover…. Tierra mojada, pasto verde, eucaliptos, pinos, romeros…

Fragancias que parecen venir desde el cielo alto o desde el fondo de la tierra con perfumes atrapados… Duraznos maduros… ciruelas rojas… piñas maduras, papayas…

Y flores… violetas, jazmines, heliotropos, alhelíes, juncos, retamos, azahares…

Rico un baño natural de sensaciones que nos recuerda esa parte de agua que llevamos

en el cuerpo de mamífero que nos contiene.

Salí preparado; impermeable, sombrero y paraguas. Bastante empaquetado me sentía. No sé porque en la primera lluvia tomamos todas las precauciones. Sólo me faltaron las “galochas”, esas cosas de goma que son como profilácticos para los zapatos. Sirven mientras no haya que cruzar una calle más o menos anegada. Ahí el caudal entra y los calcetines atrapan un litro de agua por cada pie y las Galochas no la dejan salir.

El paraguas, ese amigo un tanto místico que parece un bastón al revés y que casi siempre es negro. Antiguamente eran italianos o ingleses y muy caros. Se solían conservar por generaciones y había talleres, “reparadoras de paraguas”, donde uno los dejaba y tres días después los retiraba tensos y sonoros, con un clic nuevecito. El recambio de las varillas en mal estado era milagroso. Yo recuerdo uno que heredé de mi abuelo. Tenía el mango de madera de jacarandá con unos tallados medio rococós. Pesaba bastante y después de unas 5 cuadras había que cambiarlo de brazo. Cerrado se ponía en una funda cilíndrica que molestaba bastante abultando el bolsillo del impermeable.

Ahh… el impermeable, también se llamo “piloto”, parece que en tiempo de los aviones de dos alas y sin techo, los tripulantes usaban unos abrigos así de tela engomada. Ahora, los hay de muy diversas calidades y diseños. Todos irremediablemente incómodos. En París, a bordo del metro un día conté 39 personas con impermeable, lo más notable fue que era un día de sol. Me imaginaba que las damas iban desnudas bajo el envoltorio, seguro que alguna vez vi una película en la que la niña llegaba al departamento de su víctima y al abrirse el impermeable, no tenía ni una prenda más.

El otro rasgo singular del impermeable es que no es impermeable. Una vez me confié de un primaveral solcito traicionero en Chiloé, dejé el paraguas en el hotel. Pues me cayó un diluvio y tanto la boina, como el impermeable se me sopearon en tres cuadras.

Al regresar tenía hasta los slips empapados, por suerte la cancahua del dormitorio estaba encendida y pude secar la única tenida apropiada, para mi trabajo de visita inspectiva por

las escuelas de Ancud, por allá por los años 60.

El impermeable actual -que ya no es “Búfalo” como antes-, es una prenda “indispensable para cuando llueve”, pero siempre que el paraguas, -generalmente chino, de a $ 2.000 y desechable-, soporte las embestidas de la lluvia y del viento. Nada como esas viejas mantas de castilla, eran de lana, de pura lana y no había lluvia capaz de traspasarlas, nunca supe cual era el secreto. El problema era transportarlas cuando no llovía, ocupaban un espacio más grande que la maleta. Eran como un enorme murciélago que se negaba a los intentos de prensado, los carros del tren tenían olor a manta mojada cuando llovía. En todo caso yo recuerdo que bajo una de esas negras mantas de castilla, una niña me dio el si y lo pasamos bastante bien en el asiento trasero de una micro rural nocturna, entre Talca y Curicó.

Ahh… la lluvia siempre resulta nueva, siempre nos entra en el corazón como para un lavado refrescante y renovador… Los poetas amamos la lluvia, aunque nos empapemos y terminemos hospitalizados con bronconeumonia… “llueve en mi corazón cuando tu ausencia es sequía prolongada”


Patricio Portales C.

"TEBITO"..(POR ESTEBAN)..NOS MANDA SU "CAFE OTOÑAL"....MUY BUEEEENO....LEAMOS...



Café Otoñal


Me senté deprimido en aquel café, sin mirar a la mesera que vino a atenderme, pedí un cortado y me sumergí en una serie de lamentos odiosos. Al parecer estaba en uno de esos días, en que amaneces con el alma gris, y la necesidad de sentirte desdichado pareciera ser el único acicate para aquel instante. Fue entonces que ella me vió, se acercó con una sonrisa fresca y trató de reanimarme. Primero me habló del frío de mis manos y mi rostro, de lo feliz que podía sentirme en ese instante por ese placer; sí, el frío era placentero. La quedé mirando con el ceño arrugado, no entendiendo lo que me estaba hablando. Me dolían hasta las orejas aquella mañana por el frío, y ¿quería que lo encontrara placentero?. No dejaba de sonreír, e insistía en que aquello podía transformarlo en algo deleitable. Seguía sin entender, ¿ahora se trataba de transformar algo desagradable en placer? Arrugó la nariz, exactamente así como lo planteas – no –contestó. Sólo que no es necesario quejarse por el frío, deberías agradecerlo- siguió. ¡Ah no!, esto ya es demasiado -me dije. ¡Sáquenme esta comadre de aquí!, ¿de donde se habrá escapado?. Apoyaba su rostro en su mano izquierda y me pidió que le tocase su pequeña nariz, color rojillo que le asentaba a su rostro coqueto. Esta helada también –agregué. Pero estoy feliz de eso –me contestó. No quise decir nada, aunque con los ojos creo lo dije todo (seguía pensando que estaba algo loca, pero sentía curiosidad por lo que diría). Te voy a decir por qué estoy feliz de que mi nariz esté helada, aunque no me gusta que se me ponga roja – agregó- pero bueno, nada en la vida es perfecto. Como te decía, el hecho de sentir frío hace que tome conciencia de ella, tú dirás que no es necesario el frío, y que bastaría que me la mirara en el espejo, o me la toque. Pero no es lo mismo, el frío me causa un pequeño dolor, que me hace recordarla que está ahí, me hace consciente de que más que estar en mi rostro como un bello adorno, está para cumplir una función, me recuerda que es uno de mis sentidos. Uno de los cinco con que cuento para disfrutar la vida. En eso llegó mi café cortado, pedí otro y aquel se lo di a ella, que lo aceptó agradecida. Primero lo apretó con sus manos pequeñas, arrugó el entrecejo y exclamó un ¡que rico! apretadito, juguetón, diáfano, luego lo acercó a su naricilla y disfrutó del aroma del café. Me habló de los recuerdos que emanaban de una taza de café, de amigos, de conquistas, de reuniones de trabajo, de citas, de aquellos seres queridos, de algunos lugares, de sensaciones. Me olvidé de todo y viajé por los instantes de dicha en compañía de una taza de café, vino a mi memoria un tazón grande de café con leche junto a mi mamá en la cocina, a mi familia, en un campamento con mis amigos, sosteniéndolo como tesoro. O como aquella tarde lluviosa, vivida hace ya varios años, ¡cuanto anhelaba uno!, mientras mis ropas estilaban y mis pies mojados demandaban una estufa. Bebió un sorbo y me pareció sentir el líquido caliente que ingresaba en ella, como la recorría placenteramente, su sonrisa luminosa, dejó escapar un suspiro bañado de vapor, y sin decir nada acercó su rostro al mío. Pensé en que me daría un beso, cerré los ojos esperando aquellos labios húmedos con aroma a café. Sólo escuché la voz de la mesera que pedía recibiera el cortado y me preguntaba si quería algo más. Miré a mí alrededor, sólo una pareja conversaba en el local. Bebí rápido el contenido y cancelé. Salí a la calle con la nariz encendida, me recibió el frío y el viento golpeó con su aliento gélido mi rostro, pero esta vez, no bajé la cabeza, sólo caminé con las manos en los bolsillos, en tanto mi nariz helada disfrutaba del frío otoñal.


****

""LLUVIA"" DE ANTONIO MACIAS LUNA, AHORA, Y PREMIADO..¿CUANDO NO?


LLUVIA



Está lloviendo sobre el jardín

Yo sé que es mío el chubasco

Me pertenece por derechos de autor

Soy un músico errante que por una vez se detiene

Sentado se dedica a tocar los instrumentos del alma

Con el fuego encendido del agua imparable.



Está diluviando sobre la tierra

Está regando nieve oscura

La noche ensimismada de mi concierto

Mi propia sinfonía se inspira en gotas

Respetando un compás reiterativo que no cansa.

A ratos se cadencia la música etérea

Arrebata en instantes rebeldes el mutismo natural

El obligado recogimiento.



Está chapoteando todo un regimiento

Cascos de caballos enloquecidos despiertan la ciudad

Cabalgando en tejados relucientes

Maxilares que ayudan a soplar el agua

Por el trombón de las alturas.



Está sonando el mundo sobre las calles

Los tejados escuchan debajo del mundo

Yo toco sobre el universo

En respuesta a un llamado apabullante

Que me envían los astros escondidos.



Antonio Macías Luna (Poema premiado con mención honrosa en el III Certamen D. ANTONIO M. HERNÁNDEZ, en San José (Uruguay) en octubre de 2006)

LLUVIA, PERO LLUVIA ACIDA ¿POR QUE NO?..PARA TOMAR CONCIENCIA..DE LUIS OSSA.


LLUVIA ÁCIDA

Luis Ossa Gajardo

LLUVIA ACIDA


Sobre la tierra

cae una lluvia clara .

En el surco y en la montaña

traza un fresco canto.

Sustenta el agua limpia

bosques y praderas...

fecunda los campos;

llueve

sobre el sueño

y en la fronda abierta.

Jubiloso el río

al mar azul

va en su fulgor y pureza.

Refleja el lago

sus aguas cristalinas.

Ondas agitan

el júbilo de la tierra,

la rima transparente

del valle en fruto y vida.


Verde hoja.

Miel y grana ;

frutos del huerto,

tierna cosecha.

La nube

a la tierra

vierte una lluvia fresca.

.....................................


El hombre ávido

con su turbia fábrica

el planeta

sembró de osarios.

De los verdes campos

a un paisaje desolado.

La poma yerta,

la hoja seca.

Sombra extraña,

nube amarga.


SYLVITA NEIRA AHORA CON "SOLEDAD", INSPIRADISIMA...


SOLEDAD


Era joven, demasiado joven, nos separaban un par de generaciones. Sin embargo, algo me atrajo en él, tal vez cómo me miraba, tal vez cómo bromeaba, tal vez cómo jugueteaba, tal vez cómo reía, tal vez cómo se me acercaba.

La soledad a veces te hace sentir lo imposible: un adulto joven y una mujer madura, es una experiencia estimulante.

Esa noche me acosté temprano, rendida, el calor atontaba. Intenté dormir, pero una extraña inquietud recorría mi cuerpo, inundándome de sensaciones placenteras.

La calidez de las sábanas no logró aplacar la desazón que me invadía. Sentí mis manos deslizarse suavemente hacia la humedad de mi sexo.

No supe el tiempo transcurrido, cuando sentí aproximarse su potente virilidad. Percibiendo su aliento, supe que era él, no podía ser otro.

Con seguridad la mirada dada durante la cena, lo confundió y le hizo creer que lo estaba invitando a mi lecho de mujer sola y anhelante.

Mientras mi mente lo rechazaba todo mi ser lo deseaba. Sus manos expertas reemplazaron las mías. Primero fueron mis senos, luego mi vientre, mi sexo, mis piernas. Quise protestar, decirle que no siguiera, pero no pude. Me besaba la espalda, las caderas, las nalgas. Sudaba de pudor y deseo. Siguió su recorrido hasta llegar a mi boca. Mis labios entreabiertos lo recibieron ansiosos. Fue un beso ardiente y prolongado hasta dejarnos sin aliento. Nuestros cuerpos se confundieron en un gozo absoluto.

Desperté sobresaltada, bañada en sudor, húmeda, con la respiración entrecortada, sintiéndolo, no estaba segura de haber soñado, debo estar loca para tener esta clase de sueños, pero ha sido demasiado real todavía me parece tenerlo a mi lado.

Mientras almorzábamos no me atreví a mirarlo de frente. Temí que mi rostro reflejara la noche de pasión que habíamos vivido sin que él se hubiera enterado. Sin embargo, su mirada me recordó que todo había sido un sueño.

Debíamos asistir al baile de graduación de su hermana menor. Me resistí una y otra vez. Inventé una serie de excusas, no tengo ropa, sin pareja es un riesgo, es un baile de gente joven. Pero todas eran justificaciones, yo necesitaba su cercanía.

Me arreglé de tal manera y todos coincidieron en que me veía radiante, sensual, agregó él. Durante la ceremonia, a pesar de mis furtivas miradas, estuve relativamente tranquila. A medida que se acercaba el término, empecé a sentir una angustia que casi me obliga a huir del lugar.

Algo me detuvo. Su mirada me penetraba, diciéndome quédate, no me dejes. Permanecí clavada en mi asiento sin poder respirar.

Mientras nos ubicábamos en las mesas, mi nerviosismo iba en aumento, qué me pasa, estoy a punto de desmayarme como una quinceañera, quiero irme, desaparecer, antes que cometa una imprudencia, bailemos, preciosa, estás loco, no sé bailar estos ritmos, es cosa de moverse, no puedo, las piernas no me responden. Sin embargo, me arrastró suavemente y sin proponérmelo estaba bailando presa de un ritmo que me contagiaba como si tuviera 20 años.

De pronto me sentí entre sus brazos, pegada a su pecho, casi rozando su rostro. La música había cambiado, era suave, tan suave como la caricia de sus dedos.

Cuando tomé conciencia de la real situación, intenté desasirme, pero sus manos me atrajeron más hacia él, no te escaparás, ahora estás en mi poder, escuché que me susurraba al oído, no creo que pueda seguir, se me está nublando la vista, casi no escucho la música, sus manos parecían hacerme daño, no te creo, déjame bailar contigo, me gusta hacerlo. Sus labios tocaban los míos y sus ojos me miraban con una mezcla de ternura y deseo.

No supe cuánto duró el tormento de sentir todas las miradas puestas en nosotros. La seguridad de sus brazos hizo desaparecer mis aprehensiones y me sentí liviana, feliz, sensual, respondiendo al hombre que tenía frente a mí. Sus labios besaron los míos, con apasionadas palabras dichas al oído, sus manos se posaron en mis caderas.

En un instante todo había desaparecido, sólo estábamos él y yo, adormecidos por la música que invadía mi ser, haciéndome estremecer de gozo. Vámonos de aquí, sus palabras rompieron el hechizo, me solté de sus brazos y corrí a esconderme, no sabía dónde, lo único que quería era desaparecer, me llamaba, me buscaba, hasta que me alcanzó. Me refugié en sus brazos y un llanto estremeció mi cuerpo, mientras me besaba tiernamente.

Esta vez no fue sueño, esta vez fue real, una noche de pasión desbordante. Hicimos el amor una y otra vez, con ternura primero, con desesperación después, como si no tuviéramos tiempo, como si esa fuera la única oportunidad de amarnos. La fantasía de que un hombre joven me amara, se había cumplido en una noche que debió acabarse antes de empezar.

Esto no puede volver a ocurrir, debo partir de inmediato antes que alguien me recrimine por lo sucedido, pero cómo arrancar sin despedirme de nadie, no lo entenderían. Decidí enfrentar la situación, aunque ello me costara la amistad de quienes me habían acogido. Sin embargo, el almuerzo transcurrió sin alusiones, sólo preguntaron por él y supusieron que la fiesta lo había agotado.

Los dueños de casa no aceptaron mis justificaciones para partir enseguida. Debía esperar un par de actividades que seguro te encantarán, se trata de una competencia, de qué tipo, ya verás. Me enteré con espanto que él la organizaba y sentí que nuevamente el pánico me invadía, no creo que pueda estar a su lado, volveré a perder el control y me censurarán sin piedad.

Entró a mi cuarto sorpresivamente, abrazándome, buscando mis labios, recorriendo mi cuerpo. Intenté detenerlo, pero no pude. Despertaba en mí un deseo incontrolable, una entrega total que me hacía gemir de placer. Nuestros encuentros eran cada vez más apasionados, pero también más arriesgados.

Me di cuenta que la situación no podía seguir, que estaba traicionando a mis anfitriones y a mí misma. El deseo de estar entre sus brazos, amándonos como dos adolescentes iba en aumento. Era como una droga cuya adicción me exigía cada vez más. Sin proponérmelo lo buscaba, incitándolo a reunirnos con más frecuencia. Ya no eran sólo las noches, sino también las tardes, las mañanas, cualquier hora era preferible a estar sola, necesitaba la cercanía de su cuerpo.

Una noche que lo esperaba no llegó hasta mi cuarto. Tuve malos sueños, verdaderas pesadillas. Lo veía alejarse, sin mirar atrás, lo llamaba, pero no me escuchaba. Desperté gritando, un mal presentimiento me invadió. Corrí hasta su alcoba. La cama sin tocar me indicó que no había llegado durante la noche.

A la mañana siguiente, lo encontré desayunando con un grupo de amigos. Celebraban el cumpleaños de una de las chicas. Sus risas juveniles resonaban en toda la estancia.

Esa tarde abandoné la casa.

PATO PORTALES AHORA CON "LA PRIMERA LLUVIA, SIN EMBARGO...."






Primera lluvia, sin embargo



En el límite de la luz

donde comienza la noche

finas gotas nacaradas anuncian

una epifanía que regresa.

Las fragancias sembradas

los aromas mojados de la tierra

se atreven y vienen,

Llueve… llueve



Tus cabellos se me antojan

una tiara refulgente al trasluz

y quiero beber esa agua,

que venida del cielo

te regala frágil humedad,

beberla, como tu boca disolviéndose

en un beso empapado de almíbares

y amapolas… Llueve



Tu ausencia silente regresa

en los resquicios más oscuros

de mi eje ensombrecido,

y duele, duele, duele



Sin embargo…afuera

también llueve, llueve…





®Paporcoy

Patricio Portales Coya

"TORMENTA DE TORMENTO"..DE PATTY BENAVENTE..TAN LINDA ELLA....


Tormenta de tormento




¡Oh tormento de tormenta!

Terror en la quebrada…

hilillo de agua y letrina

vertedero de desechos

crece

crece y se agiganta,

cede el lodazal espeso,

revienta

explota , y arrasa.


Sepulta al hombre inmerecido cieno

¡Oh tormento de tormenta!

Cuesta abajo la miseria

escurre en barro mortal

mientras ruedan

casas, camas , vidas

y baja el torrente

baja

y sube a lo alto

dolor, amargura y lágrimas

sin esperanza.


El horizonte negro se refleja en ojos secos.

¡Oh tormenta de tormento!






Patricia Benavente Vásquez

Viña del Mar, 13 de Junio 2002





SYLVIA MANTEROLA..COMO SIEMPRE, Y SU "A LA ORILLA DEL MAR TE BUSCO"



A LA ORILLA DEL MAR TE BUSCO




Donde dejaste la lluvia

borrar tus pasos

encallando en un pesar

doliente.

Te aguardé en la orilla,

donde el mar arroja

su salina saña

y huye herido,

ronco, removido.

¿Como quieres que no tiemble

con ese rumor tan frío

que golpea el horizonte?

A lo lejos

abrazada al mar

una sombra oscila

fría, sumergida,

latiendo lentamente

apenas ya sin vida.


""NOCHE DE TEMPORAL""..NO SE HIZO ESPERAR..Y ACA ESTA PARA USTEDES..DE MARCOS CONCHA



Noche de temporal

Era noche de temporal. Afuera en la calle el agua corría hacia el mar como un arroyo en la montaña. Los chaquetones y las gorras marineras colgaban de las perchas a la entrada del bar. A pesar del fuego de la chimenea la humedad se pegaba a los jerseys de lana burda. En el piso de tablas, el aserrín se mezclaba con colillas de cigarrillos aplastadas de ansiedades de aventuras. La lluvia golpeaba en la ventana desdibujando los contornos de los buques capeando el temporal. Hacía ya algunas horas que el vino caliente, abrigaba los espíritus de los parroquianos y las lenguas habían soltado sus amarras, peleándose por hacerse oír entre garabatos y maldiciones. Un gato dormitaba noches de agosto sobre una silla de totora, el dueño detrás de la barra secaba las copas en su delantal que había sido blanco hacía muchas jornadas. Por extraño sortilegio las voces se fueron extinguiendo, dejando paso a una voz ronca, que salía de una boca rodeada de una abundante barba manchada de nicotina...

“Los pasajeros, unos pocos turistas y lugareños que iban a pasar las fiestas de navidad y año nuevo con sus familias, se habían embarcado en la víspera, entre ellos la Juanita era parte del pasaje a Juan Fernández. El finado, el capitán Lorenzo, decidió zarpar con las pri

meras luces. El sol que se elevaba sobre el Aconcagua iluminaba alegre nuestro “Neptuno”, langostero vetusto al que le crujían sus huesos a cada embate del mar de través. El surazo dejó gran parte de la gente aguantando el mareo en sus literas. Al almuerzo llegó al comedor uno que otro pasajero que salió corriendo a la borda. Como a las siete de la tarde comenzó el desastre. Era mi segundo viaje, ese año salí de la escuela de tripulantes y me contraté como marinero de cubierta en el “Neptuno”. Había cumplido los veinte. Nací en el cerro Cordillera y la vista de la bahía, los buques y el horizonte me llevaron a trabajar en el mar.”

–Ya pos Bahamonde, continúa, continúa, no te pongai latero. ¿Que le pasó al Neptuno? -Se oyó desde la esquina. Algunos vasos chocaron el culo sobre las mesas y se hizo un silencio de aroma curioso. Había escampado, los vidrios de las ventanas comenzaron a empañarse.

“Los bandazos llegaban a los cuarenta y cinco grados, cuando se paró la máquina, se apagaron las luces y se encendieron las mortecinas lámparas de emergencia. Desde el cubichete de proa agarrado a los nervios de la borda me arrastré hacia el puente, las estrellas en el cielo parecían estar en una tómbola enloquecida. El timonel había desistido de llevar un rumbo y se abrazaba a la rueda del timón para no ser lanzado contra los mamparos. El capitán Lorenzo, llamaba por el tubo portavoz a la máquina pidiendo novedades. Desde la cámara subían apagados algunos gritos de horror, las puertas se azotaban contra sus marcos amenazando desquiciarse. Desparramados en el piso rodaban de una a otra banda, libros, instrumentos, compases, ceniceros, cartas náuticas y de un cuanto hay.

–¡Se descogotó una válvula de fondo! !La máquina se está inundando, el agua está sobre los bretes y sube rápido, Capitán!– Salió por el tubo portavoz la voz nerviosa del maquinista.

El maquinista era del cerro el Litre, llevaba navegando muchos años y siempre decía que se estaba jubilando. Yo lo conocía de antes, lo habían condecorado en la escuela de tripulantes por cuarenta años de trabajo en la profesión. Ustedes saben que...”

Varios gruñidos de exasperación, hicieron continuar la historia a Bahamonde:

“...–¿Alguna posibilidad de controlar la inundación?– preguntó con voz serena el viejo. –Muy difícil, capitán, el agua sube por las escalas. Nos hundiremos en poco tiempo.

El segundo piloto había llegado al puente. -Barría ayúdese de Bahamonde y arríe el bote, embarque a los niños, las mujeres y los pasajeros- ordenó el capitán. Yo fui el primero en subir al bote para ayudar. Pa que les cuento, lo difícil que fue embarcarlos. Colgado de los pescantes en cada bandazo el mar furioso lo golpeaba. Grande fue mi sorpresa cuando el segundo piloto me gritó: ¡hágase cargo y trate de mantenerse alejado! en el mismo momento en que arrió en banda la maniobra. Una cáscara de nuez en aguas turbulentas se movía menos que el bote. Los pasajeros oriundos de Juan Fernández, armaron los remos y nos alejamos penosamente del “Neptuno” que a los pocos metros en la oscuridad desapareció de nuestra vista. Traté de mantener el bote cerca del barco como me habían ordenado, pero no sabía donde nos encontrábamos. Resbalábamos de cresta a seno y de seno a cresta. Poco a poco le fui encontrando el rumbo que nos mantenía, al menos, sin embarcar agua por la borda. Disminuyeron los sollozos de las mujeres y hacia el amanecer amainó el viento y la ola se hizo larga, tenía la cruz del sur por estribor, navegábamos a tierra. No vimos el “Neptuno” en los trescientos sesenta grados de horizonte, calculé que estábamos a ciento veinte millas de Valparaíso. Los niños comenzaron a llorar de hambre. Acurrucada y aterida de frío, Juanita me parecía aún más bella que cuando se embarcó esa tarde en el puerto. Me miraba confiada. El resto de la tripulación mostraba abiertamente su desaliento, al pensar que estaban en manos de un niño. Nuestra salvación dependía de si la llamada de auxilio del radiotelegrafista había sido captada. Revisé la caja de señales. Estaba completa. Hacia el mediodía, cuando la desesperanza había invadido el bote, en la cima de una cresta creí ver una columna de humo. Efectivamente avanzaba un buque en rumbo encontrado. Disparé la señal de humo. Un destructor de la Armada, El Williams llegó cerca nuestro y pronto arrió una ballenera que nos llevó a bordo. Otro buque continuó la rebusca infructuosa del “Neptuno”. Desembarcamos en la noche de ese día en el molo. Los familiares abrazaban emocionados a los náufragos. Nos hicimos una seña de despedida con la Juanita. Me llevaron a la Gobernación Marítima, para declarar.

Siempre que la Juanita, mi mujer se pone cariñosa me dice: Venga para acá mi salvador”.

–Me tinca que hace tiempo que no salvai a nadie Bahamonde, se escuchó. Rieron, alguien dijo salud y volvieron a hablar al unísono. El gato estiró sus patas, encorvó su lomo, furtivo se fue a la cocina. Los hombres salieron a la calle y cantando bajaron al puerto. El temporal había calmado.


© Marcos Concha Valencia