POR EL AMOR DE UNA MUJER

jueves, 29 de julio de 2010

BOCA DE LOBO....UNA CREACION DE ALVARO MEDINA


Boca de lobo

Boca de lobo, estimados escritores, es una más de las socorridas frases comunes usadas constantemente y que no debemos emplear en nuestra escritura precisamente por eso. Muchas de ellas son tentadoras, perfectas para lo que deseamos expresar. El subconsciente nos juega sucio y las pone justo en primer plano para que sin darnos cuenta las empleemos. ¡Cuidado con esa tentación! Si se siente acometida por ella, muerda el mouse o sus dedos, de lo contrario van a contaminar su labor. Cualquiera del oficio debe preocuparse por la palabra escrita, al igual que un médico con su paciente. Ella debe tener vitalidad, encanto y lozanía. Eso implica una especial entrega. Se requiere elegir las palabras adecuadas, ser capaces de crear metáforas y el empleo de acertadas comparaciones que permitan enriquecer un texto.
Al margen de lo ya dicho, que es bueno recordar, quería entregar algunos antecedentes ignorados de esta frase originalísima, la cual a pesar de los años transcurridos, sigue usándose profusamente, sobre todo en la expresión oral.
En “boca de lobo” llaman la atención dos cosas. Ambas son curiosas. ¿Quiénes de los que la usan han visto alguna vez las fauces abiertas de un lobo como para afirmar que es tan tenebrosa? En Chile no hay lobos. Los perros poseen algún parentesco pero en cuanto a negrura del gargüero ahí no más. Lo otro es el arbitrario reemplazo del enorme hocico de un lobo por una boca, el equivalente humano. Hay lobos que poseen bocas, pero esto sólo sucede en el cine. Uno es Benicio del Toro, el último de los hombres lobo de la pantalla. Este cambio de hocico a boca tiene una explicación, pero primero les contaré acerca del origen chileno de esta expresión, aunque probablemente se trate de un plagio. Robo o no de una idea extranjera, la nuestra no deja de ser interesante y además es porteña.
Debemos remontarnos alrededor de 1880. En esa época deambulaba por el puerto de Valparaíso Críspulo Lobos Lobos, siempre atento a cualquier peguita que le reportara lo suficiente para comer, pasar la noche y sobre todo para cubrir su cuota diaria de vino que no era poca. Críspulo, más conocido como el “jeta”, se convirtió en un personaje conocido por todos. Habitual en cantinas y cuchitriles e incluso excepcionalmente, en prostíbulos. Era pequeño, delgado, muy moreno. Con un rostro huesudo, acentuado por una boca ancha y perruna, generalmente teñida por vinos “bigoteados”. Su triste aspecto lo contrastaba con una gran simpatía, además de sus habilidades para la guitarra, que acompañaba con voz lijosa, como el litriado que consumía.
El terremoto de 1906 lo pilló en una casa de huifa ubicada en calle Clave 386. La muralla de adobes lo sepultó a él y a la Gumersinda, su ocasional pareja, del todo olvidada. Al “jeta” le sucedió lo contrario, gracias a que alguien lo inmortalizó en un comentario genial a raíz de las tinieblas que reinaban en el Puerto la noche de cataclismo. “Pucha. Esto está más oscuro que la jeta de Lobos”
La frase fue inmediatamente celebrada por estibadores y huachacas, los primeros en conocerla. Pronto se usó en todos los niveles sociales. Las damas también quisieron emplearla pero encontraron muy fea la expresión, así es que sencillamente la cambiaron por “boca de Lobos”. Con el tiempo y por naturales desgastes que sufren las palabras, el acierto porteño quedó reducido a como se conoce en la actualidad.
Cuando emplee esta socorrida metáfora, no deje de recordar la canina y negra protuberancia bucal de Críspulo.