POR EL AMOR DE UNA MUJER

viernes, 23 de octubre de 2009

INVITACION A ANTOLOGIA...


INVITACIÓN PARA ANTOLOGÍA

BIBLIOTECA LÍNEAS GRISES (FUNDADA EN 1958)
“La poesía es la verdad de las almas despiertas”

Estimad@ Poeta

Desde hace un par de años estamos preparando una ANTOLOGÍA DE POESÍA que creemos que nunca se ha hecho en la historia de la literatura. Se trata de una antología de la poesía trascendentalista de España e Hispanoamérica.

No es una ANTOLOGÍA basada en nacionalidades, géneros o alguna que otra pauta ideológica o temática, como usualmente se han confeccionado muchas. En esta ANTOLOGÍA, la poesía no será valorada a partir del tema, sino a partir de la perspectiva. O sea, aquella poesía que trata de “hacer fable lo inefable” y de expresar “lo secreto evidente de las cosas”. Como comprenderás, es muy difícil explicar esta perspectiva trascendentalista de la poesía en lenguaje directo. Al respecto, Octavio Paz afirmó : “El poema, sin dejar de ser palabra en la historia, trasciende la historia”. En el mismo sentido Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito expresó “lo esencial es invisible a los ojos”.

Si tu poesía trata de interpretar aquello que no es visible a nivel del mundo material y fenomenológico, ya se le llame, lo arquetípico o lo espiritual, según las diferentes concepciones, entonces te invitamos a participar en esta:

ANTOLOGÍA RECÍPROCA
PRIMERA ANTOLOGÍA DE LA POESÍA TRASCENDENTALISTA
DE ESPAÑA E HISPANOAMÉRICA
2010


Si tienes interés debes enviarnos a nuestro correo, de 5 a 10 poemas tuyos, no mayores de dos páginas cada uno, una breve poética refiriéndote a la citada PERSPECTIVA TRASCENDENTALISTA en la poesía, de ser posible una fotografía digitalizada y una biografía resumida además de una autorización para publicar tu obra. De esta manera podríamos enviar tu material inmediatamente al Comité Evaluador para su posible inserción en la ANTOLOGÍA. La edición será internacional y se dará a conocer en España e Hispanoamérica.

Si conoces otros poetas interesados en participar en esta ANTOLOGÍA tan especial, te rogamos que les hagas llegar esta invitación.

Esperando tu pronta participación, al correo poesiatrascendentalista@gmail.com

Atte,


Laureano Albán

Publicado por Eduardo Osorio.

EL ESPANTAPAJAROS DEL REY....por Marcos Concha.


De su libro : "Orgasmo de Colores, Cuentos Inolvidables", Marcos nos regala "El Espantapájaros del REY", Y NOS LLEVA A TRANSITAR POR COMARCAS LEJANAS, CAMPOS DE HENO Y TRIGO, CAMPESINOS Y REYES,TAMBIEN CONJUROS E INTRIGAS.... MÁS TODO EL MISTERIO, BELLEZA Y CONDIMENTOS QUE DEBE TENER UN HERMOSO CUENTO....AQUÍ LO TENÉIS AMIGAS Y AMIGOS.....- Las arcas del reino ralean, majestad. Se agotan las reservas de los graneros reales y de la comarca. No alcanzan para este invierno – arrugó el ceño y continuó mi Guarda Mayor:– Escasea el forraje para los animales que aún subsisten. Los reinos del Sur dejaron de concedernos préstamos.

- Los astrónomos, debido a la conjunción de Saturno y Orión pronostican otro invierno seco y muy frío como los siete anteriores – agregó mi Canciller, un anciano sabio que había servido a mi padre y a mi abuelo.

- El pueblo está intranquilo y los agoreros presagian que seremos diezmados como lo hizo la peste negra en el pasado – retorció su barba el Veedor del Reino - Los campesinos perdieron las esperanzas. Ya no quieren trabajar la tierra y se alimentan de las semillas.

Me acerqué a los ventanales. En el jardín del palacio los árboles secos clamaban al cielo como pordioseros sedientos en una tierra yerma y endurecida. Una pátina de polvo reseco cubría las fuentes donde otrora nadaban peces de colores entre hojas de loto. Las estatuas de Venus y Apolo, nostálgicas, se negaban a adornar el desolado paisaje.

Volví a la mesa del consejo. Consternados esperaban una solución milagrosa como si yo tuviera poderes divinos.

- ¡Haremos el espantapájaros más grande del mundo! – dije sin saber lo que decía. La audiencia no pudo reprimir el estupor, como si estuvieran en presencia de un loco. Nadie entendía; se miraban de reojo unos a otros, incrédulos y sorprendidos.

- ¡Sí!, se construirá en la plaza mayor! - continué, como si la perplejidad de los presentes excitara aún más mi lengua desbocada .

Aquel cortesano zalamero dijo: - En las sequías prolongadas, bandadas de pájaros hambrientos asaltan las bodegas y almacenes.

- Los campesinos se entretienen y adornan sus siembras con esos muñecos - dijo irónico el Conde de Luxor.

- Respetuosamente Alteza, ¿podría explicar su idea? – Me solicitó el Canciller.

- Vigilará y protegerá al Reino de todos los males que amenacen su futuro – fue lo primero que vino a mi mente, y que no tardé en arrepentirme.

El cardenal tratando de ocultar su rotunda desaprobación, elevó sus ojos al cielo y oró: - Dios nos libre de los Tótemes y Vellocinos de oro. Sólo la clemencia de Cristo nos salvará de las plagas.

Repliqué: - Necesitaremos ingentes cantidades de paja, géneros, cueros, maderas, alambre, clavos, andamios, escaleras. Será tan alto que competirá con las nubes.

En el frontón de la chimenea, los leones rampantes del escudo de armas parecían hacerme señas de aprobación. El escudo representaba a las generaciones que por cuatrocientos años reinaban en estas tierras.

Los galgos dormitaban ovillados cerca del fuego, imaginado alegres partidas de caza. La naturaleza veleidosa no les afectaba o presentían el destino inexorable.

- Necesitaremos contratar artesanos calificados. No estamos en condiciones de solventar sus salarios y alimentación – dijo el Conde, interrumpiendo mis cavilaciones.

- No es conveniente ocupar la mano de obra del ejército en tiempos de debilidad – aseguró el Rey de Armas.

- Todos los reinos del mundo admirarán nuestro espantapájaros. Será una obra de arte maravillosa – insistí al consejo.

Las velas en sus candelabros de cristal proyectaban luces y sombras en los tapices bordados de oro y plata. En una imagen, gallardos jinetes azuzaban los lebreles inquietos en un bosque de vegetación exuberante.

- ¡Canciller! envíe emisarios a pueblos y aldeas para que los burgomaestres organicen y dirijan todos los esfuerzos de los súbditos en apoyo de la construcción. El monumento será terminado antes del comienzo de la primavera –. Ordené sin dejar lugar a dudas.

Se pusieron de pie silenciosamente mientras abandonaba el salón, se inclinaron reverentes. Los guardias alzaron sus alabardas y abrieron las altas puertas que me llevaban a mi gabinete y aposentos.

Esa noche dormí intranquilo lleno de pesadillas. Al alba recordé uno de los sueños tan nítidamente como si fuera un espectador de una obra de teatro:

En un vasto páramo corría desbordado un caudaloso río de arena seca. A su paso arrollaba y sepultaba seres humanos y animales que huian. En la cumbre de una alta colina los cadáveres de siete vacas yacían con sus patas abiertas apuntando al cielo. Una bandada de buitres disputaba las entrañas malolientes. Un espantapájaros esbelto y enjuto agitaba sus brazos en un estéril esfuerzo para espantar los pájaros hambrientos. Mi primogénito, balanceándose peligrosamente, colgaba abrazado al escudo de armas. Detrás, se alejaba el consejo dando la espalda al infausto espectáculo.

En los días siguientes me ocupé de la correspondencia que golpeaba puertas sordas de reinos vecinos que se encontraban en la misma situación. A cada hora escudriñaba el transparente horizonte en busca de nubes mensajeras de buenas nuevas.

Al cabo de tres semanas llamé a mi fiel escudero y disfrazándonos de un mercader y su asistente nos fuimos de incógnitos a la plaza y sus alrededores.

- La paja se convirtió en oro. Un reino por una payasa. Se busca la paja hasta en el ojo ajeno, compadre – Un campesino comentaba a su amigo.

Parado en un taburete, un hombre flaco, pálido y ojeroso, de ropas raídas gritaba: - ¡Debe ser hombre! ¿Cuándo han visto uno mujer?

- Mujer, Mujer gritaban las mujeres que lo rodeaban. – Con aros y collares.

- Dicen que está loco y ordenó hacer esta estatua de paja. Cuchicheaba un hombre.

- Es mejor que sea un arlequín – Decía uno que se creía culto.

- Un espantapájaros nos representa mejor – proferían unos pobres desarrapados de ojos hambrientos.

La cofradía de artistas proponía a grandes voces que llevara una máscara - ¿Cuál es la más adecuada? Preguntaban unos lógicos. - De demonio - dijo uno al pasar. No podremos ver sus facciones si tiene máscara. No importa dijeron unos niños, porque imaginaremos su cara. Los niños no saben lo que dicen dijeron los viejos que tenían la cabeza congelada con nieve. Que tenga movimiento de brazos y piernas, por si sale a caminar dijo un soñador ¿A quién espantará? Preguntó un inocente. Le faltará el corazón gritó desaforado un enamorado. Inventémosle un alma vociferó alguien. ¡Sacrílego! se escuchó al abad, sólo los hombres tienen alma por gracia de Dios. Un alma popular que represente al pueblo trabajador, discurseó un peón que había escuchado la frase de un enciclopedista de moda. Sombrero de pita, de payaso, de campesino, boina, cucurucho, varios se peleaban para dar la idea. De campesino es tradicional dijo el monje, aunque la mitra representará a todos los hijos de Dios. Con los brazos clamando al cielo. Hincado. Mirando al sol naciente. Mejor al poniente. Al Norte, nunca al Sur. – Vociferaban todos al mismo tiempo.

Un hombre de capa y sombrero, embozado con una bufanda me entregó un panfleto furtivo que decía:


“La monarquía nos explota. Los graneros de los señores están repletos. Moriremos de hambre. El espantapájaros representa la represión. Sólo la revolución nos puede salvar. El rey está loco.


Los defensores del pueblo “


- ¿Cuál será su nombre? – Preguntó el leguleyo encargado del registro de nacimientos – Como el Reino, como el Rey, como la raza, como la Reina madre. Platón decían los filósofos. Muñeco de paja los semánticos, 120x36 los matemáticos, espanta nada los escépticos.

Al fondo de la plaza, la monumental figura de alambre, paja y madera tomaba forma a semejanza del hombre. Multitudes de maestros, albañiles y ayudantes se arrastraban como abejas fabricando su panal que les daría protección y sustento.

En el patio de los torneos, cientos de mujeres rodeadas de sus hijos pequeños cocían trozos de sábanas, cubrecamas, manteles y paños de todo tipo. Sus diversos colores y diseños hacían imaginar un payaso arlequín. Unos perros famélicos echados cerca de las fogatas olfateaban el vapor de unas sopas aguadas que hervían en pucheros ennegrecidos por el humo.

Con la ansiedad de la espera de un gran acontecimiento los días pasaban lentos. Los informes de pozos, arroyos, ríos, lagos, y lagunas secas ya no eran noticia. Los días fríos y transparentes y el sol dibujando paisajes desiertos se repetían como ecos en largas y angostas cañadas.

Diez días antes del equinoccio de primavera se llamó al reino para inaugurar el monumento espantapájaros. Se veía a diez leguas a la redonda. Un sombrero de paja deshilachado coronaba su cabeza. Una hirsuta cabellera rubia de estopa asomaba bajo la frente y el cuello. Su cara bondadosa y melancólica dirigía su mirada al horizonte. Sus brazos en cruz rogaban al cielo. Su camisa a cuadros ondeaba suavemente impulsada por las brisas vagabundas. Un pantalón de tela multicolor cubría sus largas piernas abiertas. Cruzaba su pecho un arcabuz de madera.

En el patio de los torneos las graderías ornadas de engalanados, blancos, rojos y azules trataban de alegrar las miserias y olvidar los alaridos de los estómagos hambrientos. Los pendones y pabellones ceremoniales caían lánguidos. Las bandas y orquestas remedaban sinfonías alegres que en otros tiempos hacían bailar al pueblo.

Los caballeros en armadura de torneos y justas, lanza en ristre, con cimeras de combate, cabalgaban en sus escuálidos corceles cubiertos de gualdrapas y faldones bordados de escudos de armas. Su desaliento y desesperanza se traslucía en el paso de sus palafreneros.

El cardenal seguido de monjes y abates elevó una oración, bendijo el muñeco de paja hecho por el hombre para regocijo de Dios.

No hubo vítores y vivas, sólo un silencio de desánimo flotaba como una bruma que envolvía a todos los asistentes. Miré largamente el espantapájaros mientras pensaba que no espantaría las aves carroñeras.

En la tarde de ese día unas nubes comenzaron desde el Norte a cubrir el cielo. El viento aumentaba en rachas de intensidades regulares. En corto tiempo las nubes cubrieron el cielo. Al crepúsculo tenues gotas de lluvia eran devoradas por la tierra sedienta. Los pobladores salieron tímidamente de sus casas, caminado en puntillas, temiendo romper el encantamiento. A medida que el agua caía en lluvia permanente, hablaban en voz alta, corrían, saltaban, se abrazaban, alzaban sus manos y brazos al cielo, formando rondas alrededor del espantapájaros como adorando a un dios bueno. El viento arreció. Relámpagos y truenos desatados con una fuerza contenida por años los obligó a buscar refugio.

En la noche, vientos huracanados y lluvias torrenciales azotaban la comarca. La camisa y los pantalones del muñeco eran vapuleados rajándose en jirones. Voló el sombrero deshilachado como un gran plato dando volteretas en el espacio. Un rayo se clavó entre sus ojos, destrozándole la cabeza. Comenzó el incendio de la paja; miríadas de chispas y centellas arremolinadas cubrieron el cielo de estrellas fugaces. Otro rayo se clavó en su pecho, saltaron maderos y alambres retorcidos por el aire, encendidos como antorchas iluminaron el negro firmamento. La estatua desapareció como al conjuro de un demiurgo celoso, que lo condenaba a la hoguera por magia negra. El estruendo de los truenos retumbó como cañones disparados a un condenado a muerte.

La tempestad calmó al cuarto día, las noticias de ríos caudalosos, lagos y lagunas en sus niveles normales y pozos rebosando sus brocales llegaron repetidamente al palacio. Llamé a reunión del consejo. Desde mi gabinete escuchaba la agitación en la sala contigua. Cuando entré todos se pusieron de pie animados de una energía contagiosa, hicieron una reverencia sonriendo.

- Las reservas de aguas se calculan para más de un año, majestad – Dijo el canciller, felicitándome con su mirada como a un niño que hizo una buena acción – Están aseguradas las siembras del próximo año.

- Racionando las vituallas, serán suficientes hasta la próxima cosecha. Logramos algunos préstamos de los reinos del Sur. Informó el Guarda Real.

- Parroquias, iglesias y capillas se han llenado de feligreses para dar gracias al Altísimo por el milagro.- Anunció con voz solemne el purpurado.

- Los campesinos sembraran en los próximos días. El pueblo se muestra tranquilo y contento. – Retomó la palabra el viejo Canciller.

Nadie mencionó la desaparición del espantajo, como si hubiesen sufrido una amnesia, o temiesen decir que la construcción fue débil o mal concebida. Sólo aquel caballero adulador arrastró las palabras zalamero:

Los campesinos construirán espantapájaros en los campos de siembra por siempre jamás.

Publicado por Eduardo Osorio.