POR EL AMOR DE UNA MUJER

domingo, 9 de enero de 2011

La poca calma se mandó cambiar…


La poca calma se mandó cambiar…
Los motores santiaguinos y argentinos, mataron al músculo sobreviviente del año pasado.
Volvió a pasar frente a la ventana de mi depa ese señor que arrienda una casa durante todo el verano una cuadra más allá, pero que nunca he sabido identificar plenamente, salvo que se aparece con los veranos, y desaparece con los otoños. Está igual y parece que los años no lo tocan.
Le sigue como siempre una señora obesa, a la que siempre atribuyo una diabetes por lo gorda y glotona. Su bolsa de compras rebosa mantequilla, bebidas, carne y pizzas.
C”est la vie.
Los primeros días de este 2011 han amanecido nublados, ahumados, con un ejército de malabaristas en cada semáforo, otro de musculines rumbo a la playa, con rostros blancos como una vienesa alemana, y que juegan voley en la arena hasta que anochece…
Sí, si he visto rubias y morenas, castañas y pelirrojas, pero caras, sus caras y no los corazones, que a medida que el planeta se calienta, es más difícil encontrarlos sin contaminar, mientras los Testigos de Jehova, se me atraviesan, los mormones con sus camisas y corbatas pasan indiferentes visitando a los suyos, la misa del padre Quepa, se llena hasta los cuadros del vía crucis, y la colecta sube un resto, mientras los evangélicos piden ayuda para terminar una radio…
La radio, la radio, la eterna radio, toca temas veraniegos de los sesenta, que se me de memoria, y que ayudan a provocar bipolaridad en los que escuchan, generalmente aburridos choferes de colectivos, que calculan sus ingresos tatareando los estribillos de cada canción, mientras obesas señoras, que se han cansado de caminar, los hacen parar con dedos en los cuales ya no caben anillos, y para tomarlos un par de cuadras antes que el mediodía traiga el olor a empanadas de la panadería cercana, que inunda el barrio con olor a cebolla.
Los borrachos duermen a esta hora una mona celestial, son las 9. El diarero abre su kiosko para ofrecer el Mercurio dominical. Una lola trasnochada, que empezó con yerba y terminó con base, se sienta en la vereda prometiéndose a sí misma, casarse, tener un hijo, trabajar y dejar los carretes hasta nuevo aviso…
Mientras, voy a leer mi ejemplar adquirido ayer en la Feria del Libro, que volvió como cada año, con gitanos libreros, sobrevivientes del Iva, consumidores de café, que de aquí irán al norte, con sus cajas cargadas de alquimizadores, soñadores, utópicos cuentos de nunca acabar, que solo cambian de dueño….


Publicado por Eduardo Osorio.